A pocas horas de la Navidad el momento es propicio para una reflexión sobre el mejor sentido que puede tener nuestra fiesta cristiana, que celebra el nacimiento de Jesús en un humilde lugar de Belén. Dejemos un instante los afanes que acompañan los aspectos materiales de esta fiesta y recordemos algunos de los mensajes más de fondo que nos llegan en lo que narra la Biblia sobre dicho acontecimiento.
Una parte central del mensaje cristiano es la simpatía, la compasión y la identificación con los más vulnerables. En el caso de los niños, estos sentimientos incluyen el amor, incluso la veneración. Cuando el mensaje bíblico da cuenta del nacimiento del niño Enmanuel, el hijo de Dios, el mensaje está diciendo que en cada niño hay un significado divino como manera de reforzar el impulso de protección que cada pequeño nos inspira.
Protección del niño, y de la madre, es precisamente lo que también queda claro cuando se orienta a José para que no deje a María que ya había concebido. También cuando se le advierte que debe huir a Egipto para salvar al niño pues Herodes quería asesinar al futuro rey de los judíos.
En la persona de Herodes, el contenido bíblico advierte a la humanidad sobre la ceguera que a veces envuelve a quienes detentan el poder. Una ceguera que puede llevar a la inhumanidad de cegar vidas, incluso de infantes, como ruin manera de defender el poder sobre el resto de los hombres y mujeres.
Por otro lado, en el regreso de Jesús a las tierras de Nazaret y Galilea, como antes en la peregrinación a la Tierra Prometida, nos parece leer el amor por la tierra, por el hogar histórico que corresponde a cada conglomerado humano y que también merece el respeto recíproco entre cada uno de ellos.
El bautizo de Jesús por Juan, siendo que este observó que debería ser Jesús, el maestro, quien lo bautizase, nos relata la sencillez y la humildad del Nazareno, que no practicaba la rigidez de jerarquías supuestamente inalterables en toda circunstancia.
Esa sencillez queda nuevamente de manifiesto cuando, tentado reiteradamente para que demuestre su poder mediante actos materiales, Jesús responde que más poder había en la palabra de Dios, que podemos entender es el mensaje pleno de humanidad que él portaba.
La palabra, la predicación, la persuasión como medio ideal para sembrar e irradiar en los demás la identificación cristiana con nuestros semejantes, pero sobre todo con los más sencillos y vulnerables, es algo que también nos queda trasmitido desde Jesús a través de los textos bíblicos.
Parte de esa predicación es la identificación con los que padecen injusticia y hambre. Jesús enaltece a los que propugnen la reconciliación y la pacificación, pero también da sus bendición a los que tengan sed de justicia y les promete satisfacción, lo mismo que a los perseguidos “por causa de la justicia”.
Hoy, que celebramos la Navidad, hagámoslo con sencillez, recordando que con el niño de Belén comenzaba la vida de quien iba a predicar estos y otros mensajes que no deben ser nunca olvidados.
Columna "Cuestión Previa" del diario EXPRESO.
Publicado el 23 de diciembre de 2008.
Una parte central del mensaje cristiano es la simpatía, la compasión y la identificación con los más vulnerables. En el caso de los niños, estos sentimientos incluyen el amor, incluso la veneración. Cuando el mensaje bíblico da cuenta del nacimiento del niño Enmanuel, el hijo de Dios, el mensaje está diciendo que en cada niño hay un significado divino como manera de reforzar el impulso de protección que cada pequeño nos inspira.
Protección del niño, y de la madre, es precisamente lo que también queda claro cuando se orienta a José para que no deje a María que ya había concebido. También cuando se le advierte que debe huir a Egipto para salvar al niño pues Herodes quería asesinar al futuro rey de los judíos.
En la persona de Herodes, el contenido bíblico advierte a la humanidad sobre la ceguera que a veces envuelve a quienes detentan el poder. Una ceguera que puede llevar a la inhumanidad de cegar vidas, incluso de infantes, como ruin manera de defender el poder sobre el resto de los hombres y mujeres.
Por otro lado, en el regreso de Jesús a las tierras de Nazaret y Galilea, como antes en la peregrinación a la Tierra Prometida, nos parece leer el amor por la tierra, por el hogar histórico que corresponde a cada conglomerado humano y que también merece el respeto recíproco entre cada uno de ellos.
El bautizo de Jesús por Juan, siendo que este observó que debería ser Jesús, el maestro, quien lo bautizase, nos relata la sencillez y la humildad del Nazareno, que no practicaba la rigidez de jerarquías supuestamente inalterables en toda circunstancia.
Esa sencillez queda nuevamente de manifiesto cuando, tentado reiteradamente para que demuestre su poder mediante actos materiales, Jesús responde que más poder había en la palabra de Dios, que podemos entender es el mensaje pleno de humanidad que él portaba.
La palabra, la predicación, la persuasión como medio ideal para sembrar e irradiar en los demás la identificación cristiana con nuestros semejantes, pero sobre todo con los más sencillos y vulnerables, es algo que también nos queda trasmitido desde Jesús a través de los textos bíblicos.
Parte de esa predicación es la identificación con los que padecen injusticia y hambre. Jesús enaltece a los que propugnen la reconciliación y la pacificación, pero también da sus bendición a los que tengan sed de justicia y les promete satisfacción, lo mismo que a los perseguidos “por causa de la justicia”.
Hoy, que celebramos la Navidad, hagámoslo con sencillez, recordando que con el niño de Belén comenzaba la vida de quien iba a predicar estos y otros mensajes que no deben ser nunca olvidados.
Columna "Cuestión Previa" del diario EXPRESO.
Publicado el 23 de diciembre de 2008.
No hay comentarios:
Publicar un comentario